Posts Tagged ‘sin disfraz’

h1

Saturada de humanidad

2009/04/29

Ser buena.

Una reproducción de anécdotas sobre vidas, oficios , conflictos viscerales y emocionales, cada reacción agradable y desagradable expresada. Cada emoción o maravilla en la que se involucra una persona me tiene agotada, se necesita mucho para soportarlo, o no serlo.

Termina el mes y voy con los pasillos verdes y fríos, los buenos días, el escuchar y no escuchar, el huir y compartir, el insomnio y olor a alcohol. Tanta gente y tantas cosas que decir. Hoy las frases se regresan solas de mi propia repulsión, de mi autoaborrecimiento, de una soledad de frescura en esa historia que cuenta Amanda.

Sentí vergüenza, de preguntar toda la suciedad de que nos cubrimos a un paciente sin nombre que me dijo:

Yo me firmo Vera, usted me puede decir Don Verita y las personas creen siempre cualquier cosa. Yo nací porque a mi madre siempre se le perdía un burro al que le llamamos el 7, mi abuelo le ayudaba a encontrarlo y desde ahí todos lo días a el se le perdían las gallinas.

Ser el hijo de alguien o el padre que otorga un nombre. El producto de una pareja. Una mezcla que deslumbra ; la vida dura, el camino recorrido y el bienestar alcanzado. Lo que se cuenta, lo que se sabe, lo que se intuye y lo imaginado. Respuestas que propagan el tedio y una helada sensación que no reconforta.

Vuelvo a protagonizar el papel de renacida, queriendo revertir todo y agarrarme de esos aniversarios que solo yo conozco, de esas conmemoraciones en el calendario imaginario de mi neurosis. Por eso, cuando el tensiómetro marco 200 de presión arterial, ese que abordaba la muerte, me concedía un instante vacio para recordar que hace tres años hice mi primera guardia, que me embruje con la enfermedad, que el grito de hospital me alienta  para despertar con insistencia torpe en algún alivio.

Tengo que recordar esa gloria, porque mis intentos tienen esa sombra de humanidad que crea duda, que quiere soplar lo muerto, mi carga y la de cada uno, más pesada que los galones de agua que he cargado desde el barco, más que la roca volcánica que alguna vez moví en mi patio, más que el equipaje de aeropuertos y estaciones de tren. Un peso que no se resuelve.

Es necesario  olvidar lo que todavía no son recuerdos: el rechazo, la desconfianza, la ignorancia, el insulto, desterrar el espacio de la queja, de la lágrima, de la rabia, del orgullo y convencerme sin pestañear de algún nuevo disfraz.

Es que no me gusta ser como medicina guardada que esta caducando.