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Ojos bien cerrados

2009/06/22

Es inevitable. Llegó el día de completar este post.

La infidelidad existe porque existe la pareja.

Un hombre  infiel es un ser productor  y debe ser evaluado bajo esa lupa y calificado como tal.

La boca y la mente como un sembrío, se llenan de flores y las cosechas  un espectáculo. 

Sin ser un objetivo propuesto la búsqueda del perdón transforma el hecho en un acontecimiento benigno. No hay nada que un hombre infiel no haga y  el amor cobra peso, cobra sentido, adquiere fuerza.

Lo  que siempre supe era de cuando me guardaron fidelidad. Porque me la guardé yo misma.

Tuve algunos años montada la KGB, Scotland Yard y CIA juntas todos los días a cada hora. No existía  teléfono, clave de correo, archivo, computador portátil, diario, agenda que se escape de mí.  El individuo víctima se dejaba vigilar, la persecución era seca y constante.  A riesgo de describirlo exageradamente, al hombre no se lo dejaba ni ir al baño sólo.

De esta historia me sentí culpable por mucho tiempo. Hasta ahora, en que para cambiar el curso del destino y reivindicarme con la civilización decidí  no ser madrastra,  bajar la guardia.  Tomar la prueba de las telenovelas;  exigir la confianza, la sinceridad  y el respeto.  Grave error.

Tuve mi visión de mensajes de texto y descubrí que sòlo el comportamiento cavernícola permite tener a salvo la vida. Puedo dejar abierta la mano y otorgar perdón,  porque por ahì corren unos vientecitos en los que cualquier ego puede levantarse.  Las mentiras que nos ayudan a ascender  de categoría.

No existe el crimen perfecto señores.  En algún momento es ese mismo el que abre la caja de pandora, el que desbarata  las hileras del dominó.   A veces es tan simple como volver a armar el rompecabezas, otras  es el pisotón de una mina personal  y no hay marcha atrás. 

 Durante el litigio del caso una puede mirar a la vida con  el viento de los arrastrados. Nada como un hombre de rodillas, que llora y lo persigue a uno por la calle. Nada como los mensajes que me llegan y pongo delete, nada como las llamadas que rechazo o aquellas en las que pronuncio un monosílabo. Nada como una cachetada recibida con humildad. Nada como olvidarlo, dejarlo pasar, dejarlo ir.

La señora Petita, mi vecina que quemó el pecho de su esposo con un caldo de patas caliente, decía cuando alguien le preguntaba si lloró: “las lágrimas las  para cuando muera mi padre”.

Las tardes en la emergencia pueden ser amenas, porque en Esmeraldas a la mujer infiel se la baña en ají.  La última vez con mucha fortaleza me aguante la carcajada para poder administrar el antihistamínico.

En Puerto Cacho, capital de la isla mugrosa de Sta. Cruz, lugar de mis rabias silvestres, no es extraño una caída de machete, he intentado practicar su uso y me hace ampollas en las manos.

 La monogamia es un defecto y Lorena Bobbit una visionaria.