El equilibrio entre el deseo real y el deseo posible, el que imagino, el que provoca constante humedad. Mas allá de toda metáfora traído por las olas del sueño a la orilla de todas las realidades; está el saber que la tijera con que cortamos nuestros ojos es una víscera feroz y un vientre insaciable. Y se queda con nosotros esta revelación y rechazamos aceptar las verdades de las que no se bañen nuestros fluidos.
Los espacios se corrigen a si mismos, los devuelvo al paseo del devenir de de esa noche con sustancias en que gané sensaciones y soy el objeto en el que permanece el deleite. El pudor ahora es sòlo una carta descartada.
El olor ha quedado en la ciudad, vuela e inunda la atmósfera de las calles. Me llega como el veneno de ese cuerpo, me toca y me incita desde el cortex.
Una señal en mis rodillas color violeta, un tono ardiente y de mordaza en ellas, que me acerca al placer brutal de su fugacidad hasta que la piel retorne a su color.
Seguramente el paraíso es una orgìa constante y mientras Dios observa cómo su creación se aparea, el en su soledad celestial se complace frente a un espejo.
» La subo sobre mí y, mientras las cuerdas me resuenan en los oídos; la habitación está obscura y la alfombra pegajosa con el kümmel derramado por todas partes. De pronto, parece como si se acercara la autora: es como agua arremolinándose sobre el hielo y el hielo está azul con la bruma que se alza, glaciares hundidos en verde esmeralda, gamuza y antílope, meros dorados, morsas retozando y el ambarino lucio saltando sobre el círculo ártico… Elsa está sentada en mis rodillas. Sus ojos son como ombligos diminutos. Miro su enorme boca, tan húmeda y brillante, y la cubro con la mía.
Henry Miller
Trópico de Cáncer (fragmento)